¿Por qué a los migrantes el invierno nos duele el doble?

El invierno está llamando a la puerta… y ya todos lo sentimos

Hay una parte de Migrar que nadie te cuenta hasta que te toca vivirla: EL FRÍO. No hablo solo del clima, hablo de ese momento en que abres la ventana, ves el cielo gris, y sabes que los meses de calor se han ido. El invierno se instala despacito: primero te sorprende con una ráfaga al salir de casa sin chaqueta, luego con los pies fríos dentro de casa (¡aunque digan que Portugal no es tan frío!), y después, con esa sensación de que los días pesan un poco más y todo requiere el doble de energía.

Este mensaje es para ti, sea tu primer invierno (y todo sea un descubrimiento lleno de preguntas, doble pantalón y chaquetas nuevas), o ya sea tu quinto invierno, como el mío, (y te preguntes por qué aún no te acostumbras), o incluso si apenas te estás programando para llegar a Portugal y no tienes idea de lo que vas a sentir cuando llegue de verdad el frío.

El frío nunca viene solo

La verdad es que el frío a veces llega acompañado y no precisamente de la familia, sino de nostalgia, de recuerdos que te aprietan el pecho, de ganas de estar en tu tierra o con tu gente y muchas veces, una tristeza que parece no tener explicación. Y justo ahí quiero abrirle una ventana a la ciencia, porque hay que entender lo que nos sucede realmente:

¿Sabías que hay estudios que explican por qué el ánimo se nos va para abajo cuando llega el invierno, sobre todo si venimos de climas cálidos?

Los científicos llaman a esto "Trastorno Afectivo Estacional" (TAE). No es una enfermedad rara, es simplemente que nuestro cuerpo y mente funcionan con la luz del sol: cuando hay menos sol, como en Portugal entre noviembre y marzo, nuestro reloj interno se vuelve loco y baja la serotonina (la hormona que te hace sentir bien) .

Lo que sientes es literalmente normal: más sueño, ganas de quedarte en casa, menos energía, algo de tristeza, e inevitablemente le echas la culpa a los días cortos, a la lluvia, al viento, a la nieve, al agua más fría…. en fin. A los migrantes el frío nos pega el doble, porque a las bajas temperaturas, le sumas la nostalgia, el proceso de adaptación y el duelo de todo lo que dejamos.

¿Esto me va a pasar todos los años?

Vas a escuchar mil veces que “el primer invierno es el peor” y puede ser verdad, porque es cuando más extrañamos lo conocido. Pero hay estudios que dicen que aunque la mayoría de los migrantes mejora con los años y con más red de apoyo, nunca está de más aceptar y trabajar cada ciclo (¡incluso yo, después de años, tengo mis días grises y eso me ha enseñado a ser aún más fuerte y compasiva conmigo misma!) .

¿Y qué hago con esto? Hazle caso a la ciencia y a tu intuición

En vez de ir contra la corriente, usa lo que sabemos:

  • Luz del día: Sal, aunque esté nublado. Basta con 20 minutos de luz natural para “resetear” tus hormonas del ánimo. No lo dice solo “Paula”, lo dice la ciencia.

  • Comunidad: Las investigaciones muestran que tener otros migrantes cerca, apoyarte en tribus (como la nuestra), mentorías, ayuda a reducir estrés y hasta acelera la adaptación.

  • Rutinas: Si tu cuerpo quiere más sueño, dáselo… pero no te aísles. Haz cosas que te den sentido. La ciencia habla de “rituales de adaptación”: desde cocinar tu plato favorito, hasta videollamadas semanales con tu familia.

  • Habla lo que sientes: No te guardes la tristeza o el bajón, porque eso la hace más pesada. Compartir tu experiencia ayuda a normalizar y dejar espacio para lo bueno que también viene.

¿Y si siento que me supera?

La ciencia y mi experiencia como mentora coinciden: el error más grande es querer “aguantar solo”. ¡Busca apoyo! Migrar nos pide ser valientes, pero también humildes para pedir ayuda. Normaliza el bajón estacional, no te juzgues y tampoco minimices. Y si ves que la tristeza no pasa, también está bien que busques ayuda técnica (psicólogos, grupos de apoyo, mentoría).

Recuerda: el invierno pasa… y tú vas a florecer

¿Te soy sincera? Está bien tener días de solo “sobrevivir”. Hay días grises en los que simplemente salir de la cama y seguir tu rutina ya merece una medalla. Pero también hay espacio para florecer, para retarte a encontrar belleza en lo pequeño: en un café caliente, en una charla con alguien que entiende lo que es extrañar, en la promesa silenciosa de que esto es temporal y que la primavera siempre vuelve.

Recuerda que la diferencia entre sobrevivir y vivir radica en las decisiones pequeñas, en darte permiso de soltar el drama de la perfección y buscar el abrigo en tu gente, en tu comunidad, y en ti mismo.

¿Ya sentiste ese bajón del primer invierno? ¿Te dieron tips que funcionaron o aún buscas tu ritmo para sobrevivir al frío portugués? Cuéntamelo en comentarios. Tu experiencia puede iluminar el invierno de otro migrante.

Y si sientes que necesitas tribu, estrategia y ese empujón de ciencia y experiencia real: únete a la comunidad. 

Aquí ni el frío ni la migración se pasan solos.

QUIERO CONSTRUIR MI MIGRACIÓN EXITOSA


Con cariño, tu Mentora:

Paula C. Alape M.

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